- Quiara
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Un monstruo en el sofá
Miér Dic 04, 2024 5:33 am
Un monstruo en el sofá
Hay un monstruo en el sofá, cada noche veo sus enormes ojos rojos relucientes debajo de él, en un sofá de terciopelo marrón de un solo asiento desgastado por el tiempo, con mil historias sobre él y una mancha de cerveza en su costado. Parece que teme a la oscuridad, porque al caer la luz de la luna se revela su tan imponente figura y esos ojos rojos se transforman en sacos desgastados, y si de una danza trivial se tratase, sale del sofá lentamente rodeándolo con su cuerpo y rasgándolo con sus alargadas pezuñas hasta terminar totalmente fuera de él. Todas las noches lo observo desde la distancia, detrás de la puerta de la cocina, no comprendo por qué, pero el observarlo me inunda de miedo provocando su furia en mi cuerpo y terminando como el sofá de terciopelo, rasgado y desgastado sin ninguna culpa ni mérito.
Pero la noche ya ha llegado y la danza ha comenzado, extendiéndose poco a poco por toda la sala, sus grandes pezuñas resuenan por toda la casa, paralizándome
desde donde lo observo, solo escuchando cómo cada pieza de porcelana se rompe en la repisa al lado de la cocina. Salgo de mi parálisis al escuchar sus rugidos acercarse
— ¡Fraaank!, ¡Fraaank! — resuena fuerte y temblorosamente por toda la casa, pero el sonido de mi corazón latir ahoga los rugidos que cada vez se escuchan más cerca.
Y antes que pueda encontrarme recupero la conciencia y gateo por el largo y oscuro pasillo al cual solo lo ilumina la suave luz de la luna que entra por la pequeña ventana
del fondo al lado de las escaleras. Un escalofrío invade mi cuerpo porque al llegar a las escaleras dejé de escuchar los rugidos y un silencio que provoca más temor que
el mismo monstruo se hizo presente… el miedo me prohibió voltear, y con la luz de la luna rodeándome por completo, mis ojos se llenaron de lágrimas dibujando mi
rostro sin esperanza en el suelo.
Silencio… un frío y profundo silencio, al volver en mí, levanto suavemente la mirada observando las escaleras, al mover un pie hacia adelante para levantarme
siento un fuerte tirón hacia atrás, sintiendo cómo unas largas y afiladas pezuñas rasgan mi desnuda pierna, — otra vez pasará —. ..
me dije a mí mismo mientras una línea de sangre recorría todo el pasillo, y en un ataque de frenesí cogí el brazo del monstruo y en un instinto de supervivencia, lo
mordí, lo mordí tan fuerte que sus rugidos hicieron temblar la casa y ahora el pasillo compartía nuestra sangre. Soltó mi pierna desgarrada y con las fuerzas que el miedo
me otorgaba, me arrastré por ese mismo pasillo que me atormentaba. Llegué a las escaleras y me arrastré por cada uno de los escalones que encontraba, gimiendo en
cada paso que daba, deseando que esta pesadilla terminara, a lo lejos solo escucho los rugidos del monstruo, expresando lamento y desespero. Me detengo a mitad de
la escalera mientras observo la luna en la ventana, mi cuerpo ya carece de fuerza y mi rostro de sangre yace manchado, escucho las pezuñas del monstruo acercándose
con cada pisada con mi cuerpo a su merced y mi alma entregada.
— ¡Frank! — es lo último que escucho de esta pesadilla, con la silueta del monstruo frente a mí, en sus brazos acabaría, siento cómo levanta mi cuerpo inerte y
baja por las escaleras, pasando por el pasillo que tanto drama viviría. El monstruo llega al lugar de donde salió, en ese sillón de terciopelo marrón donde todo esto
comenzó, y en una danza alrededor de este, mientras en brazos me sostiene, sus rugidos se transforman en cánticos y sus pezuñas en tiernas pieles. Termina
sentándose en el sofá mientras me rodea con sus brazos, esos sacos desgastados de los que ahora lágrimas brotan y súplicas de algún perdón divino. Mientras cierro mis
ojos y la conciencia poco a poco me despide, levanto débilmente mi brazo y acaricio su poroso rostro. Acabo cerrándolos y sucumbiendo al cansancio sin importarme
nada más, mi conciencia ahora me despide.
A la mañana siguiente despierto en mi habitación, la luz del sol entra por la ventana reflejando las blancas paredes, las aves con sus armoniosos cánticos invaden
la habitación, doy un bostezo de satisfacción y doy gracias al cielo que un día más desperté. Me levanto de la cama y salgo de mi habitación, me dirijo hacia las
escaleras observando la ventana que en su momento me acogió, bajo por cada escalón con la vista en alto y en el rostro ninguna expresión, observo el pasillo hacia la sala,
muy reluciente e iluminado en cada rincón, camino hacia la sala entrando con mucho valor. Observo aquel monstruo dormido con una cerveza sentado en aquel sillón de
terciopelo marrón. Y con una voz suave le expreso — Buenos días... papá.
Hay un monstruo en el sofá, cada noche veo sus enormes ojos rojos relucientes debajo de él, en un sofá de terciopelo marrón de un solo asiento desgastado por el tiempo, con mil historias sobre él y una mancha de cerveza en su costado. Parece que teme a la oscuridad, porque al caer la luz de la luna se revela su tan imponente figura y esos ojos rojos se transforman en sacos desgastados, y si de una danza trivial se tratase, sale del sofá lentamente rodeándolo con su cuerpo y rasgándolo con sus alargadas pezuñas hasta terminar totalmente fuera de él. Todas las noches lo observo desde la distancia, detrás de la puerta de la cocina, no comprendo por qué, pero el observarlo me inunda de miedo provocando su furia en mi cuerpo y terminando como el sofá de terciopelo, rasgado y desgastado sin ninguna culpa ni mérito.
Pero la noche ya ha llegado y la danza ha comenzado, extendiéndose poco a poco por toda la sala, sus grandes pezuñas resuenan por toda la casa, paralizándome
desde donde lo observo, solo escuchando cómo cada pieza de porcelana se rompe en la repisa al lado de la cocina. Salgo de mi parálisis al escuchar sus rugidos acercarse
— ¡Fraaank!, ¡Fraaank! — resuena fuerte y temblorosamente por toda la casa, pero el sonido de mi corazón latir ahoga los rugidos que cada vez se escuchan más cerca.
Y antes que pueda encontrarme recupero la conciencia y gateo por el largo y oscuro pasillo al cual solo lo ilumina la suave luz de la luna que entra por la pequeña ventana
del fondo al lado de las escaleras. Un escalofrío invade mi cuerpo porque al llegar a las escaleras dejé de escuchar los rugidos y un silencio que provoca más temor que
el mismo monstruo se hizo presente… el miedo me prohibió voltear, y con la luz de la luna rodeándome por completo, mis ojos se llenaron de lágrimas dibujando mi
rostro sin esperanza en el suelo.
Silencio… un frío y profundo silencio, al volver en mí, levanto suavemente la mirada observando las escaleras, al mover un pie hacia adelante para levantarme
siento un fuerte tirón hacia atrás, sintiendo cómo unas largas y afiladas pezuñas rasgan mi desnuda pierna, — otra vez pasará —. ..
me dije a mí mismo mientras una línea de sangre recorría todo el pasillo, y en un ataque de frenesí cogí el brazo del monstruo y en un instinto de supervivencia, lo
mordí, lo mordí tan fuerte que sus rugidos hicieron temblar la casa y ahora el pasillo compartía nuestra sangre. Soltó mi pierna desgarrada y con las fuerzas que el miedo
me otorgaba, me arrastré por ese mismo pasillo que me atormentaba. Llegué a las escaleras y me arrastré por cada uno de los escalones que encontraba, gimiendo en
cada paso que daba, deseando que esta pesadilla terminara, a lo lejos solo escucho los rugidos del monstruo, expresando lamento y desespero. Me detengo a mitad de
la escalera mientras observo la luna en la ventana, mi cuerpo ya carece de fuerza y mi rostro de sangre yace manchado, escucho las pezuñas del monstruo acercándose
con cada pisada con mi cuerpo a su merced y mi alma entregada.
— ¡Frank! — es lo último que escucho de esta pesadilla, con la silueta del monstruo frente a mí, en sus brazos acabaría, siento cómo levanta mi cuerpo inerte y
baja por las escaleras, pasando por el pasillo que tanto drama viviría. El monstruo llega al lugar de donde salió, en ese sillón de terciopelo marrón donde todo esto
comenzó, y en una danza alrededor de este, mientras en brazos me sostiene, sus rugidos se transforman en cánticos y sus pezuñas en tiernas pieles. Termina
sentándose en el sofá mientras me rodea con sus brazos, esos sacos desgastados de los que ahora lágrimas brotan y súplicas de algún perdón divino. Mientras cierro mis
ojos y la conciencia poco a poco me despide, levanto débilmente mi brazo y acaricio su poroso rostro. Acabo cerrándolos y sucumbiendo al cansancio sin importarme
nada más, mi conciencia ahora me despide.
A la mañana siguiente despierto en mi habitación, la luz del sol entra por la ventana reflejando las blancas paredes, las aves con sus armoniosos cánticos invaden
la habitación, doy un bostezo de satisfacción y doy gracias al cielo que un día más desperté. Me levanto de la cama y salgo de mi habitación, me dirijo hacia las
escaleras observando la ventana que en su momento me acogió, bajo por cada escalón con la vista en alto y en el rostro ninguna expresión, observo el pasillo hacia la sala,
muy reluciente e iluminado en cada rincón, camino hacia la sala entrando con mucho valor. Observo aquel monstruo dormido con una cerveza sentado en aquel sillón de
terciopelo marrón. Y con una voz suave le expreso — Buenos días... papá.
Quiara
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Re: Un monstruo en el sofá
Miér Dic 04, 2024 10:46 am
Terrorífico pero tierno
dulce pero amargo
inquietante pero sereno
me ha recordado un poco a Poe
con un final inesperado como una vieja peli de terror
me ha encantado, Quiara.
Enhorabuena.
dulce pero amargo
inquietante pero sereno
me ha recordado un poco a Poe
con un final inesperado como una vieja peli de terror
me ha encantado, Quiara.
Enhorabuena.
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