- Carlos EstradaPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Besos al Poniente
Mar Dic 10, 2024 5:02 am
Sinopsis: Este es un poema narrativo concebido en 12 estrofas octavas de arte mayor y sujeto a métrica, ritmo y rima. Es una composición a manera de relato atemporal que estructura un esquema repetitivo en el que se alternan dodecasílabos con alejandrinos. Es una historia contada en versos que exploran el idilio pasional del amor, el profundo dolor de la despedida y la angustia lacerante de la espera.
“Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor”
Gabriel García Márquez
Besos al Poniente
Cual relámpago de fuego incandescente
la traspasó en el pecho, del joven el mirar.
Fue el flechazo tal que no pudo esquivarle
y ante sus ojos negros se sonrojó su faz.
Ella, moza esbelta de tez cautivante,
él, marinero de paso, a días de zarpar.
Fue en la feria del domingo, entre la gente
se vieron en la plaza, frente a la catedral.
Y nació aquella pasión alucinante
y fue a primera vista, impetuoso vendaval.
Calcinados en su propia lava hirviente,
la erupción de sus almas rugía cual volcán.
Se alumbraron con la luna omnipresente
y como si el mañana no existiera jamás,
bajo el techo de la noche deslumbrante,
la arena fue su alcoba, la playa fue su hogar.
Él trazó un futuro hermoso, unidos siempre,
un porvenir boyante de gloria, dicha y paz.
La doncella le entregó su piel vibrante
y la ofrenda guardada de su amor virginal.
Y el marino le afirmó, en tono solemne,
que al volver de su viaje renunciaría al mar
y que juntos libarían, ya triunfantes,
del néctar de su idilio, de la miel de su afán.
Se les vio andar de la mano, indiferentes,
viviendo a rienda suelta su frenesí fugaz,
ignorando el deshojar del almanaque,
el pasar de los soles y el adiós del final.
Y veloz se evaporó el tiempo inclemente,
las horas se esfumaron cual niebla al clarear
y llegó la despedida y su angustiante
océano de negras tristezas de alquitrán.
Él le dio un pañuelo de seda de oriente,
bordado de escarlata, llevaba su inicial
y una trenza ella obsequió de su elegante
melena perfumada de orquídea y azafrán.
Prometió que volvería el navegante
de su último periplo por tierras de ultramar
y juró que esperaría ansiosamente
la enamorada, presa de su ilusión voraz.
Él partió en ligero bergantín flamante,
de velas impolutas de un blanco sin igual
y el velero aquel era un cisne imponente
que raptaba a su amado, dejándola a ella atrás.
Se enrumbó al oeste el navío silente
ya avanzada la tarde de aquel julio estival
y el crepúsculo dorado y fulgurante
lo devoró enseguida junto al disco solar.
Y en el muelle aún, la chica sollozante
se abatía en espasmos de su pena fatal
y agitando al viento el pañuelo doliente
creía oírle acaso, llamándola quizás.
Esa noche encomendó su alma inocente
al Dios de las alturas y le imploró al azar
que cuidara a su viajero, ya distante
y para sí, al destino, que cumpliera su plan.
Comenzó su larga espera desafiante
en el faro del puerto y en el puente del canal
y sus pies pisaban sus huellas recientes
cada día en la playa de su infausto vagar.
Desde el alba hasta el ocaso refulgente
oteaba la distancia y oraba al mar guardián
y lanzaba al aire el nombre de su amante
y al sol rojo, los besos de su pasión tenaz.
La bahía vigilaba en su expectante
añoranza de verlo, por fin, desembarcar;
cada barco traía rostros sonrientes
pero del bienamado, jamás ni una señal.
Y en sus párpados se anclaron los diciembres,
vistió de calendarios, su nido, el alcatraz
y aunque el llanto hirió con saña su semblante
se aferró a su promesa como hambriento a su pan.
De su piel, la lozanía reluciente
había hurtado a trozos, el tiempo en su desmán
y los años, al pañuelo del errante,
de lágrimas teñido, mancharon de pesar.
Y corrió la voz de que estaba demente
de tanto enviar sus besos a quien no volvió más
y se cuenta que, ya exhausta de esperarle,
nadó rumbo al oeste, cierta tarde otoñal.
Se adentró al oleaje en pos del ausente,
se alejó al mar abierto, en frenético escapar
y brazada tras brazada, a su agobiante
dolor lo iba dejando, para siempre detrás.
Ya extenuada, se detuvo, delirante,
muy lejos de la playa que fue su talismán
y de cara al sol, su eterno confidente,
elevó una plegaria al buen Padre celestial.
Vio tocar al astro de oro el horizonte,
se oyó el siseo endeble del agua al borbotar
y al reflejo de esa luz agonizante
lanzó a su amor perdido el postrer beso de sal.
Y al sentir el roce helado de la muerte
lo abrazó en su memoria, lo nombró una vez más
y ofrendando su alma rota al sol poniente
se hundió con el ocaso, tragada por el mar.
Cual relámpago de fuego incandescente
la traspasó en el pecho, del joven el mirar.
Fue el flechazo tal que no pudo esquivarle
y ante sus ojos negros se sonrojó su faz.
Ella, moza esbelta de tez cautivante,
él, marinero de paso, a días de zarpar.
Fue en la feria del domingo, entre la gente
se vieron en la plaza, frente a la catedral.
Y nació aquella pasión alucinante
y fue a primera vista, impetuoso vendaval.
Calcinados en su propia lava hirviente,
la erupción de sus almas rugía cual volcán.
Se alumbraron con la luna omnipresente
y como si el mañana no existiera jamás,
bajo el techo de la noche deslumbrante,
la arena fue su alcoba, la playa fue su hogar.
Él trazó un futuro hermoso, unidos siempre,
un porvenir boyante de gloria, dicha y paz.
La doncella le entregó su piel vibrante
y la ofrenda guardada de su amor virginal.
Y el marino le afirmó, en tono solemne,
que al volver de su viaje renunciaría al mar
y que juntos libarían, ya triunfantes,
del néctar de su idilio, de la miel de su afán.
Se les vio andar de la mano, indiferentes,
viviendo a rienda suelta su frenesí fugaz,
ignorando el deshojar del almanaque,
el pasar de los soles y el adiós del final.
Y veloz se evaporó el tiempo inclemente,
las horas se esfumaron cual niebla al clarear
y llegó la despedida y su angustiante
océano de negras tristezas de alquitrán.
Él le dio un pañuelo de seda de oriente,
bordado de escarlata, llevaba su inicial
y una trenza ella obsequió de su elegante
melena perfumada de orquídea y azafrán.
Prometió que volvería el navegante
de su último periplo por tierras de ultramar
y juró que esperaría ansiosamente
la enamorada, presa de su ilusión voraz.
Él partió en ligero bergantín flamante,
de velas impolutas de un blanco sin igual
y el velero aquel era un cisne imponente
que raptaba a su amado, dejándola a ella atrás.
Se enrumbó al oeste el navío silente
ya avanzada la tarde de aquel julio estival
y el crepúsculo dorado y fulgurante
lo devoró enseguida junto al disco solar.
Y en el muelle aún, la chica sollozante
se abatía en espasmos de su pena fatal
y agitando al viento el pañuelo doliente
creía oírle acaso, llamándola quizás.
Esa noche encomendó su alma inocente
al Dios de las alturas y le imploró al azar
que cuidara a su viajero, ya distante
y para sí, al destino, que cumpliera su plan.
Comenzó su larga espera desafiante
en el faro del puerto y en el puente del canal
y sus pies pisaban sus huellas recientes
cada día en la playa de su infausto vagar.
Desde el alba hasta el ocaso refulgente
oteaba la distancia y oraba al mar guardián
y lanzaba al aire el nombre de su amante
y al sol rojo, los besos de su pasión tenaz.
La bahía vigilaba en su expectante
añoranza de verlo, por fin, desembarcar;
cada barco traía rostros sonrientes
pero del bienamado, jamás ni una señal.
Y en sus párpados se anclaron los diciembres,
vistió de calendarios, su nido, el alcatraz
y aunque el llanto hirió con saña su semblante
se aferró a su promesa como hambriento a su pan.
De su piel, la lozanía reluciente
había hurtado a trozos, el tiempo en su desmán
y los años, al pañuelo del errante,
de lágrimas teñido, mancharon de pesar.
Y corrió la voz de que estaba demente
de tanto enviar sus besos a quien no volvió más
y se cuenta que, ya exhausta de esperarle,
nadó rumbo al oeste, cierta tarde otoñal.
Se adentró al oleaje en pos del ausente,
se alejó al mar abierto, en frenético escapar
y brazada tras brazada, a su agobiante
dolor lo iba dejando, para siempre detrás.
Ya extenuada, se detuvo, delirante,
muy lejos de la playa que fue su talismán
y de cara al sol, su eterno confidente,
elevó una plegaria al buen Padre celestial.
Vio tocar al astro de oro el horizonte,
se oyó el siseo endeble del agua al borbotar
y al reflejo de esa luz agonizante
lanzó a su amor perdido el postrer beso de sal.
Y al sentir el roce helado de la muerte
lo abrazó en su memoria, lo nombró una vez más
y ofrendando su alma rota al sol poniente
se hundió con el ocaso, tragada por el mar.
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Re: Besos al Poniente
Mar Dic 10, 2024 5:36 am
¡Qué triste y bello este poema, que es una obra de arte, Carlos! te felicito por tu talento. Me imagino que enamorarse de un marinero debe ser fatal, porque casualmente ellos ya nunca vuelven al mismo puerto, y todo termina en adversidad. Recibe mi saludo desde Lima Perú.
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- RafaelaDeroyPoeta DestacadoGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Re: Besos al Poniente
Mar Dic 10, 2024 1:25 pm
Originales son tus letras poeta Carlos, gracias por
compartir este excelente trabajo poético.
compartir este excelente trabajo poético.
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- MIGUELPOEModerador del ParnasoGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidadInsignia de oroDistinción al poeta que obtiene el reconocimiento de los demás compañeros
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Re: Besos al Poniente
Mar Dic 10, 2024 2:31 pm
Carlos, buenos días, he disfrutado cada palabra que acabo de leer
me ha conmovido y erizado la piel, un trabajo magnífico el que nos traes
de una calidad sublime.
He de decirte que, según lo leía, me venía a la cabeza una canción de Joan Manuel Serrat.
Penélope. No sé si la conoces, muy triste y bonita como tu poema.
me ha conmovido y erizado la piel, un trabajo magnífico el que nos traes
de una calidad sublime.
He de decirte que, según lo leía, me venía a la cabeza una canción de Joan Manuel Serrat.
Penélope. No sé si la conoces, muy triste y bonita como tu poema.
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- Carlos EstradaPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Re: Besos al Poniente
Jue Dic 12, 2024 11:36 pm
Pluma azul escribió:¡Qué triste y bello este poema, que es una obra de arte, Carlos! te felicito por tu talento. Me imagino que enamorarse de un marinero debe ser fatal, porque casualmente ellos ya nunca vuelven al mismo puerto, y todo termina en adversidad. Recibe mi saludo desde Lima Perú.
Estimada poeta:
Celebro que mis versos hayan sido de su agrado. Esta es un vieja composición en la que me propuse capturar el idilio pasional del amor, el profundo dolor de la despedida y la angustia lascerante de la espera. Mi objetivo era contar esta ficción a manera de poema narrativo y dejar constancia de una historia de amor sin final feliz que seguramente ha ocurrido muchas veces. Gracias por su comentario. Pase una noche memorable.
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- Carlos EstradaPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Re: Besos al Poniente
Sáb Dic 14, 2024 7:43 pm
RafaelaDeroy escribió:Originales son tus letras poeta Carlos, gracias por
compartir este excelente trabajo poético.
Saludos poeta:
Qué bien que le gustaron mis versos en los que intenté contar un idilio de amor sin final feliz a modo de poema narrativo.
Gracias por su comentario y pase una linda tarde.
- Carlos EstradaPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Re: Besos al Poniente
Vie Dic 20, 2024 3:08 am
MIGUELPOE escribió:Carlos, buenos días, he disfrutado cada palabra que acabo de leer
me ha conmovido y erizado la piel, un trabajo magnífico el que nos traes
de una calidad sublime.
He de decirte que, según lo leía, me venía a la cabeza una canción de Joan Manuel Serrat.
Penélope. No sé si la conoces, muy triste y bonita como tu poema.
Estimado poeta:
Me halaga mucho que mi poema le haya conmovido. Se trata de una ficción que escribí hace mucho, un poema narrativo sobre una historia de amor gloriosa pero malograda. Conozco la canción que usted menciona. Allá en mi Cuba natal el gran Serrat estuvo de moda hace décadas atrás y esa canción en particular fue de las más escuchadas.
Le agradezco su paso por mi espacio poético a dejarme su saludo y comentario. Pase una noche muy feliz.
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