ERA UNA MANZANA ROJA

ERA UNA MANZANA ROJA

Era una hermosa manzana
que llegó de Quilimanzano
de la quinta de la Flor Nana
o tal vez de donde Cipriano

Tenía la pechuga roja
la nariz y la pera también
si algo no tenía de rojo
lo disimulaba muy bien.

Y aquí se quedó en mi casa,
la tenía como un adorno
yo no quería comerla
ni tampoco echarla al horno.

Y cuando pasaba a su lado
cualquier cosa le decía
y como ella era muy educada
enseguida me respondía.

-Buenos días, señora manzana-
-Buenos días señor escritor-
-¿quieres irte a donde mi hermana?-
-yo me quedo con mi señor-

Y así pasábamos todo el día
conversando y conversando
y de tanto que conversábamos
yo me iba encariñando.

Me daba mucha tristeza
tener que partirla o pelarla
y siempre sacaba la cuenta
“lo mejor es conservarla”

Y conforme pasaban los días
se fue sintiendo viejita
estaba un poco arrugada
y poniéndose cafecita.

Y para colmo de males
comenzó a botar un jugo,
no me quedó más remedio
que ser su cruel verdugo

Con un cuchillo pequeño
la partí por la mitad
hasta aquí nomás ha llegado
nuestra apreciada amistad.

Y así como la iba hiriendo
sentía una gran emoción
como si escuchara su llanto
me partía el corazón.

Y cuando horadé su carne
le saqué siete semillitas
eran color negro claro
con un poco de cafecitas.

Sobre la tierra mullida
puse las siete semillitas
espero que un día germinen
y lleguen a ser plantitas

Un día serán un árbol
flores y nidos sus ramas
como dice la vieja canción
“tal vez puedan ser guitarra”.

Yo he de gozar de su sombra
tendido en sobre una hamaca
y las frutas que se produzcan
quien quiera venga y las saca.

Bertoldo Herrera Gitterman
14 03 21