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El lobo y la calandria
Miér Ene 27, 2021 9:27 am
Estaba sentado el viejo lobo, en la misma roca de siempre, con las patas delanteras bien ubicadas y los hombros caídos; mirándose el reflejo en el agua del lago artificial, en la reserva donde vivía. Taciturno; así lo describía su amiga la calandria, quien voló desde el nido de su árbol a una piedrecita cerca de él.
-Hoy también estamos pensativos.-Dijo la avecilla.
-¿Quién es él?-Preguntó Félix, mirando su reflejo.
El pobre lobo Félix padecía de una pérdida de la memoria constantemente, que iba en un deterioro progresivo por su avanzada edad. Los colmillos se le habían caído; el pelaje perdió su suavidad y era todo pinchoso como gris descolorido. Y en su malestar, sucedía que al día siguiente se olvidaba de lo que había hecho o hablado el día anterior. O incluso momentos antes. No podía mantener conversaciones, ni mantenerse casi en pie. Por eso mismo, el solitario, no tenía más amigos.
-Oh, no importa quién sea, salvo que está ahí.
-No lo entiendo. Está ahí sin ser.-Se confundía más el desmemoriado.
-Él es, pero no importa quién es. Sólo que todavía puede estar ahí.
La calandria se enternecía por Félix, y siempre que lo veía apartado de los demás lobos, y de su ferocidad, se le acercaba a hacerle compañía.
-Qué lástima me da.-Se rio el lobo con sus inofensivas fauces.
Félix estornudó cuando una abeja pasó por delante de sus narices, cayéndosele polen. El reflejo del agua se enturbió por la sacudida que le dio su achís.
-Ya no está ahí.-Dijo la calandria picoteando una hormiga que le cruzaba las patitas.
-¿Quién?
La joven calandria sacudió sus plumas, mirándolo con ojitos afables.
-Quizá sólo importe quién ha sido, aunque ni tú o yo lo sepamos.
-Hoy también estamos pensativos.-Dijo la avecilla.
-¿Quién es él?-Preguntó Félix, mirando su reflejo.
El pobre lobo Félix padecía de una pérdida de la memoria constantemente, que iba en un deterioro progresivo por su avanzada edad. Los colmillos se le habían caído; el pelaje perdió su suavidad y era todo pinchoso como gris descolorido. Y en su malestar, sucedía que al día siguiente se olvidaba de lo que había hecho o hablado el día anterior. O incluso momentos antes. No podía mantener conversaciones, ni mantenerse casi en pie. Por eso mismo, el solitario, no tenía más amigos.
-Oh, no importa quién sea, salvo que está ahí.
-No lo entiendo. Está ahí sin ser.-Se confundía más el desmemoriado.
-Él es, pero no importa quién es. Sólo que todavía puede estar ahí.
La calandria se enternecía por Félix, y siempre que lo veía apartado de los demás lobos, y de su ferocidad, se le acercaba a hacerle compañía.
-Qué lástima me da.-Se rio el lobo con sus inofensivas fauces.
Félix estornudó cuando una abeja pasó por delante de sus narices, cayéndosele polen. El reflejo del agua se enturbió por la sacudida que le dio su achís.
-Ya no está ahí.-Dijo la calandria picoteando una hormiga que le cruzaba las patitas.
-¿Quién?
La joven calandria sacudió sus plumas, mirándolo con ojitos afables.
-Quizá sólo importe quién ha sido, aunque ni tú o yo lo sepamos.
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