Carta a la sirena

No me amparo en la luz
de tu deseo argénteo;
ni en esas areolas
de clavelines negros donde estallan tus senos,
tampoco en tu cuerpo de silencios submarinos,
ni en la soledad
de un sexo que se excita.

Me amparo en esa oscuridad
de la piedra solar,
en el Universo de mis sombras,
y en las soledades agitadas
del hombre de Cro-Magnon.
Me amparo en los años perdidos
persiguiendo un sueño
que se escapa entre nubes de un cristal azogado.
Me amparo en la fuerza
de los ángeles custodios
y en mis demonios.

Mi refugio es la Atlántida,
y ese dragón de plata de tus escamas.
Me amparo en las siete
diademas de Eva
y en los serafines ardientes
con su espada de fuego
rodeando tu Trono Universal.
Me amparo en las cuatro
caras que guardan lo Sagrado.
Me amparo de nuevo
en mi silencio eterno,
roto en esta carta.

Parece que te inspiran las sirenas

Aquí lo que más me ha gustado es la primera estrofa, preñada de un sutil erotismo.

Saludos, Pepe.

Óscar Bartolomé Poy escribió:Parece que te inspiran las sirenas  

Aquí lo que más me ha gustado es la primera estrofa, preñada de un sutil erotismo.

Saludos, Pepe.

Es asunto de las sirenas debe ser asunto de mis neuronas que se están fundiendo con la caló, mare mía de mi alma bendita
Gracias por pasar