Callando rasgado

Unos nudillos calumniados
de golpetazos y arranques de furia.
Lluvia que cae triste en un suelo gris.

Se esconden las amarguras
en callejones añejos
se ve de lejos que miran de antemano
el paso de peatones.

Si los crucifijos rotos coronan cuartos,
las pieles de infieles deben arder.
Palabras inteligibles, bailan en doble carril,
así que baje un supuesto Dios que de explicación.

Una cierta incerteza en un mundo incierto
de conciertos rancios en concretos raros.
Sálvame dando un beso porque no encuentro nada,
la primavera no está enamorada y eso me inquieta.

Es porque los tejados no quedan gatos
que maúllen arrítmicos negando el sueño.
También por las vestiduras que ya no se rompen
por pasiones comunes entre hombres, pero preciadas.

Y la sorpresa ya no se anonada,
Alegría ya no sonríe.
No recibe el que siempre ofrece
y el que pide siempre cobra.

En un solo despiste entre la rabia,
rabia, resaca de la pena.
Ataca a la comadrona que cuida el alivio
relevado por ser tibio y lento.