Hablemos del Eden

En el número veinte de la calle larga
negociamos las prórrogas
con las purgas resistidas,
con las copas
llenas de finales antiguos,
  de primeros abandonos.

Ahora los destierros siembran
pasillos mudos,
alfileres en los marcos
y diásporas con sal
en estos metros cuadrados,
en estas colisiones de naves                
     hundidas.


No importa la luz ausente
para la negrura sinuosa,
para los ruidos imaginarios
en esta casa despoblada,
    en esta soledad
        sin algodones.

Los retratos miran
con los ojos incomodos,
con el dolor adentro de las horas
y en los bolsillos
de quien espera
del otro lado
de la estampida permanente.

En los últimos compases
el trabajo se borra de la tarde
pero las habitaciones
siguen
llenas de nadie,
huérfanas
  de regresos
      imposibles.


Georgia on my mind
suena en la escalera
metida en mis oídos
y el sol se sujeta de milagro.