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Cartas a la noche
Dom Abr 02, 2023 5:52 pm
A la POETA azteca
de los versos amantes do postea
los besos a su Meca
del sur y a la marea
que en su tabla amorosa ella surfea;
mientras siembra las olas
con las flores virtuales de su llanto
preludio en sus corolas
de amor y desencanto
en las liras que Nix vierte en su canto.
Acá en el sur se siente
el viento secular de los poetas
del pasado y presente
que gira en las veletas
de nuestro cielo austral y sus cometas.
Las liras que en el orbe
destilan de la luz de las estrellas
emiten sin que estorbe
el ritmo con que ellas
acompañan sus versos y querellas.
Y yo soy el oído
que escucho las palabras invisibles
a veces bien querido
a veces sin fusibles
en versos de medidas imposibles.
La clara compañía
que viaja en las espigas luminosas
a la trilla del día
hace que algunas cosas
no suenen; ni tan crueles; ni ominosas.
El amor nunca es grito
ni lágrimas; ni brusca catarata
ni el fuego donde agito
el tizón que no acata
su sino de ceniza en la fogata.
Presto vuelvo a leer
como el adicto vuelve a la amapola
su regio papaver
como una caracola
que edita en mis sentidos su moviola.
Pasan sobre las luces
del molino solar las aspas diurnas
de las sureras cruces
mientras llenan las urnas
con sus cenizas las gemas sempiturnas.
Amanece el teclado
copulando la aurora con mis yemas
y el beso condenado
al labio en los poemas
se posa y se hace eco en los fonemas.
Febo cubre a la noche
engendrando a los próximos luceros
y el regio carricoche
se lleva a los parteros
que nacen vías lácteas cual tamberos.
El sol hace el legrado
del útero nocturno y lo vacía
y el labio condenado
a aquesta lejanía
se resigna a besar tu fantasía.
A veces yo no sé;
y a veces se me ocurre demasiado
y razono la fé
del loco condenado
a vivir su pasión; inmoderado.
de los versos amantes do postea
los besos a su Meca
del sur y a la marea
que en su tabla amorosa ella surfea;
mientras siembra las olas
con las flores virtuales de su llanto
preludio en sus corolas
de amor y desencanto
en las liras que Nix vierte en su canto.
Acá en el sur se siente
el viento secular de los poetas
del pasado y presente
que gira en las veletas
de nuestro cielo austral y sus cometas.
Las liras que en el orbe
destilan de la luz de las estrellas
emiten sin que estorbe
el ritmo con que ellas
acompañan sus versos y querellas.
Y yo soy el oído
que escucho las palabras invisibles
a veces bien querido
a veces sin fusibles
en versos de medidas imposibles.
La clara compañía
que viaja en las espigas luminosas
a la trilla del día
hace que algunas cosas
no suenen; ni tan crueles; ni ominosas.
El amor nunca es grito
ni lágrimas; ni brusca catarata
ni el fuego donde agito
el tizón que no acata
su sino de ceniza en la fogata.
Presto vuelvo a leer
como el adicto vuelve a la amapola
su regio papaver
como una caracola
que edita en mis sentidos su moviola.
Pasan sobre las luces
del molino solar las aspas diurnas
de las sureras cruces
mientras llenan las urnas
con sus cenizas las gemas sempiturnas.
Amanece el teclado
copulando la aurora con mis yemas
y el beso condenado
al labio en los poemas
se posa y se hace eco en los fonemas.
Febo cubre a la noche
engendrando a los próximos luceros
y el regio carricoche
se lleva a los parteros
que nacen vías lácteas cual tamberos.
El sol hace el legrado
del útero nocturno y lo vacía
y el labio condenado
a aquesta lejanía
se resigna a besar tu fantasía.
A veces yo no sé;
y a veces se me ocurre demasiado
y razono la fé
del loco condenado
a vivir su pasión; inmoderado.
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