Elegía

ELEGÍA


(Para Ana María, in memoriam)



La habitación oscura, sin latido, solo acoge
ya el recuerdo, como el bosque ardido
o el campo en barbecho; decidme entonces
si no es para bienmorir por lo que se vive y se sufre
la sucesión de la luz, sus brillos y desgracias.

En aquellos días las aguas de primavera
contaban historias nuevas y las libélulas enardecidas
decoraban el aire lento y complacido.
“Pero ha de llegar el frío –dijiste- y ya nada será igual”.

Cayeron los puentes que unían esperanzas y futuro.
En la ribera el hielo ha cubierto las barcas
(en cuántas ocasiones las vimos bailar).
Nada alienta, el agua también quedó sola,
y si a veces el silencio habla, su voz ya no es la tuya.

La casa se ha hecho claustro y en sus grietas
alguien ha dejado flores para desafiar al olvido
y un papel amarillento con poemas de Leopardi.
Un perfil de humo asciende hacia otra realidad
y un tañido infinito de despedida
acompaña al viento que ya te acuna.
Fue desoída la llamada del heraldo. Su dueño
cumplió sus secretos caprichos y un ángel
veloz y terrible como un águila o una catarata
te arrancó de la tierra; Todavía faltaron
días que gastar y sueños que poner de pie;
Solo queda silencio tras el escalofrío.

Tan difícil era entonces la cordura en la alegría
como resulta hoy la serenidad en el duelo.
Se han vuelto imposibles los caminos ahora
que ando solo. Tropezar a cada paso
con un vacío nuevo, conducir callado,
preguntar a nadie en la mesa de un solo cubierto,
amanecer y dormir sin buenos deseos.
No se pueden engañar los sentimientos,
ni fingir fortaleza en la desgracia;
no hay trampantojos en el alma.
El mundo ha detenido sus motores
y la noche dulce y azul como ojos de gacela
ha querido acompañar tu último vuelo.

El aire se ha vuelto áspero y fiero. Escasos
vuelos, pasos quietos en el palacio gris,
traed flores y será de plata la ceniza,
aquí se viene a llorar; las lágrimas son palabras
en la memoria que nunca han de cesar.

Te has hecho eterna, y tu nombre en la piedra
lo proclama. Charles Ives nunca supo
que la respuesta siempre es la desolación.

Pablo Tormo Sales escribió:



ELEGÍA


(Para Ana María, in memoriam)



La habitación oscura, sin latido, solo acoge
ya el recuerdo, como el bosque ardido
o el campo en barbecho; decidme entonces
si no es para bienmorir por lo que se vive y se sufre
la sucesión de la luz, sus brillos y desgracias.

En aquellos días las aguas de primavera
contaban historias nuevas y las libélulas enardecidas
decoraban el aire lento y complacido.
“Pero ha de llegar el frío –dijiste- y ya nada será igual”.

Cayeron los puentes que unían esperanzas y futuro.
En la ribera el hielo ha cubierto las barcas
(en cuántas ocasiones las vimos bailar).
Nada alienta, el agua también quedó sola,
y si a veces el silencio habla, su voz ya no es la tuya.

La casa se ha hecho claustro y en sus grietas
alguien ha dejado flores para desafiar al olvido
y un papel amarillento con poemas de Leopardi.
Un perfil de humo asciende hacia otra realidad
y un tañido infinito de despedida
acompaña al viento que ya te acuna.
Fue desoída la llamada del heraldo. Su dueño
cumplió sus secretos caprichos y un ángel
veloz y terrible como un águila o una catarata
te arrancó de la tierra; Todavía faltaron
días que gastar y sueños que poner de pie;
Solo queda silencio tras el escalofrío.

Tan difícil era entonces la cordura en la alegría
como resulta hoy la serenidad en el duelo.
Se han vuelto imposibles los caminos ahora
que ando solo. Tropezar a cada paso
con un vacío nuevo, conducir callado,
preguntar a nadie en la mesa de un solo cubierto,
amanecer y dormir sin buenos deseos.
No se pueden engañar los sentimientos,
ni fingir fortaleza en la desgracia;
no hay trampantojos en el alma.
El mundo ha detenido sus motores
y la noche dulce y azul como ojos de gacela
ha querido acompañar tu último vuelo.

El aire se ha vuelto áspero y fiero. Escasos
vuelos, pasos quietos en el palacio gris,
traed flores y será de plata la ceniza,
aquí se viene a llorar; las lágrimas son palabras
en la memoria que nunca han de cesar.

Te has hecho eterna, y tu nombre en la piedra
lo proclama. Charles Ives nunca supo
que la respuesta siempre es la desolación.

Emotivo poema, que resalta y destaca en casi todo: me emocioné yo también al leerlo. Un abrazo Pablo!

"Te has hecho eterna, y tu nombre en la piedra
lo proclama. Charles Ives nunca supo
que la respuesta siempre es la desolación."

No sabes cómo siento y cuánto entiendo este tipo de composiciones, elegíacas, y ese vacío que deja alguien tan querido que ni la poesía puede llenar (aunque es, tal vez, lo único que le alcanza).

Los poetas convivimos con la desgracia. Es nuestro sino. Después de todo, la poesía aparece justo allí donde el espíritu se nos quiebra.

Como bien versas, "no hay trampantojos en el alma".

Creo que, por tu manera de sentir y de escribir, por las experiencias vitales que asoman en tus letras, estás hecho para este foro.

Un abrazo, Pablo.

La poesía no entiende de mediocridades. Brota siempre del máximo dolor o la máxima felicidad, para participar al mundo de la circunstancia que hace al Hombre verdadero hiljo de Dios. Este poema fué una espacie de parto del alma, doloroso y necesario, compuesto después del fallecimiento de mi esposa.

Pablo Tormo Sales escribió:La poesía no entiende de mediocridades. Brota siempre del máximo dolor o la máxima felicidad, para participar al mundo de la circunstancia que hace al Hombre verdadero hiljo de Dios. Este poema fué una espacie de parto del alma, doloroso y necesario, compuesto después del fallecimiento de mi esposa.

"La poesía no entiende de mediocridades"

Totalmente de acuerdo. El dolor es el mayor aliado de la creatividad, excepto cuando te bloquea mentalmente, que también puede pasar, sobre todo en sus fases iniciales, cuando es insoportable. Luego, cuando se va dulcificando, es cuando brota todo el caudal poético. Entonces es preciso tener una actitud receptiva y trabajar para dar forma a esos sentimientos que pugnan por salir.

"Este poema fué una espacie de parto del alma"

Así es. Los poemas son partos. Cuando los expulsamos nos desgarran las entrañas. Quien afirme que escribir le produce placer, es que no es un buen escritor. Escribir duele. Siempre.

El contexto donde se imbrica este poema era palmario. Siento tu pérdida. Sé lo que es, y a lo que te reduce y te condena (pero también te eleva).

Saludos, Pablo.