Libélulas-.

Lentamente permaneció
en sus exiguas parcelas,
contaminándose de óxido
donde danzan las oscuridades
simultáneas, erróneas.
Hay un torrente infinito,
una miserable correspondencia
entre ídolo y adepto, vestigios,
ambos, de cuanta deidad confluye
por las avenidas.
Delicuescente ovación, mitos
que cruzan sus labios como goznes,
tras la puerta abandonada y sangrienta.
Y un cuerpo que alza su veleidosa e ingente
transformación, como una libélula quemada-.

Libélulas, delicuescente... Son palabras con una sonoridad especial que pueblan también mi corpus poético. Siendo así, era casi seguro que me gustaría tu poema, que entiendo como una especie de ritual o sacrificio pagano, amén de una transformación interior a modo de crisálida.

Te has resarcido, Bienve.

Gracias Óscar, en realidad surge de una experiencia muy común, un saludo!!

H0la Bienve. Una cosa: ¿Has intentado cambiar el orden de los versos segundo y tercero? ¿Cómo te suenan dentro del
sexteto?

Hernández Latorre escribió:El poema tiene una gran consistencia, fortaleza diría. Se lee a un ritmo casi frenético y llega exacto, preciso, a su destino.

Saludos.

Gracias Mariano, por tu comentario y tus palabras de aliento que me sirven para ser, yo también, más cauteloso y precavido a partir de ahora, amigo. Ya me toca. Un saludo!

Pablo Tormo Sales escribió:H0la Bienve. Una cosa: ¿Has intentado cambiar el orden de los versos segundo y tercero? ¿Cómo te suenan dentro del
sexteto?

Pues no, estimado Pablo, no lo he hecho y seguramente tengas razón al proponer intercambiarlos. Lo intentaré. Un saludo!