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XLVIII


Vuelto de sus andares
por los infinitos mundos
el viento se acunó en mi ventana
junto a las flores de plástico.
Es cierto: las rosas murieron
y en tus ojos que gimen quedamente
en el quicio de la soledad,
hay música de noviembre.
Un yelmo brilla en el lago
en la hora de azafrán;
Tus cabellos recitarán esta noche
de piedra y puñal versos de Elliot
y latirá entonces mi voz en tu memoria.
Llueve tras los cristales heridos
y un grito de luz llega desde la negra sima
del fuego. Oh filósofos oh meretrices,
vosotros que sabéis de las miserias del Hombre,
escuchad al ciego que implora una pistola
a las puertas de la catedral.
Sobre las historias del río y las tumbas
vuelan bandos de palomas, de manos,
de versos que huyen de la muerte.
Te espero en los sueños que sueñan
los astros de cristal

Preciosa oda, Pablo. Con su especial esperanza.

Gracias Ulises. Creo que quedó bien, la verdad.